miércoles, 29 de mayo de 2013

LA NIEBLA

A la llamada silbante del viento, la niebla cosquilléa las tranquilas aguas del mar, se desliza y salta los muros del puerto, haciéndolos desaparecer como arte de magia fúnebre, dentro de sí. El viento vuelve a silbar desesperado, la niebla tímida, avanza más deprisa, titubeando, se arrastra por las calles de la ciudad, acaricia cada puerta y callejón, se siente pesada y cansada, envuelve cada alma solitaria que vaga por las aceras.
La niebla, madre de la nostalgia, acaricia las siluetas, abraza los cuerpos y besa las frentes de los no tan desdichados, nostálgicos presos de sus destinos imaginarios.

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